En el siglo XVI la ciudad de Ourense comienza a desenvolverse. El cabildo y el corregidor patrocinan la construcción de edificios administrativos que se añaden a las nuevas edificaciones residenciales de la jerarquía eclesiástica y familias importantes. Estas nuevas casas-pazo se construyen en las proximidades de la catedral, principalmente al norte de la villa. Los Oca Sarmiento se asientan en Ourense a finales del siglo XV y, entre 1500 y 1525, construyen su casa en la rúa Nova, que era una de las vías por las que la ciudad medieval empezaba a desbordarse.
En el año 1863 en este edificio se instala el Liceo Recreo Orensano. Una naciente sociedad urbana está surgiendo en un Ourense que en la primera mitad del siglo XIX aún carecía de luz eléctrica. Una burguesía con inquietudes promueve la creación de asociaciones culturales que pretenden impulsar el desarrollo urbano y educar a la población. En este contexto un grupo de artesanos y profesores funda en el año 1850 el Recreo de Artesanos de Orense. Tras diferentes localizaciones, se establecen en este inmueble en 1870.
De la antigua distribución del pazo poco queda. En sucesivas ampliaciones se eliminaron los cuartos, la cocina, la bodega y todos los elementos propios de una vivenda del siglo XVI. Queda de la edificación original la fachada de dos plantas con portada sencilla y cuatro balcones que dan a la calle. También se mantiene del primitivo pazo el patio renacentista, antiguamente sin cubrir, que articula el espacio a su alrededor y que es el protagonista de la construcción. Los dos pisos originiales están separados por un arquitrabe sostenido por columnas poligonales en la parte baja, que en el primer cuerpo son de fuste cilíndrico. Los capiteles son geométricos y, a modo de decoración, se colocan en los ángulos escudos con las armas de la familia y una pétrea cadena labrada que recorre todo el patio a manera de friso. Los murales que decoran la planta inferior son del siglo XIX de gusto folclorista y regionalista propio de la época.
El Liceo fue, hasta bien entrado el siglo XX, centro vital del Ourense cultural y social. Ciclos de conferencias, lecturas poéticas, conciertos; personajes de la cultura ourensana, gallega, española; acontecimientos y recuerdos que contribuyen a crear la atmósfera cálida que aún conserva el inquieto espíritu alentador de aquella época.
En el año 1918 Ángela Santamarina de Temes, marquesa de Atalaya Bermeja, encarga a Daniel Vázquez Gulías una iglesia y un edificio anexo en un solar del que hoy es el barrio del Couto. Por el camino, el proyecto se amplió y dio lugar a un asilo en régimen de internado para niñas pobres y huérfanas.
El arquitecto había hecho ya por estas fechas algunos de los edificios más importantes de la ciudad, y Doña Angela, por su parte, era el centro de la vida social y cultural de Ourense en los primeros treinta años del siglo XX. Además, la holgada posición económica de su padre, emigrante en Argentina, le permitió colaborar como bienhechora en diversas obras de caridad.
La Iglesia forma parte de uno conjunto amurallado en el que se erigiría también el museo para albergar la colección de arte familiar. Se inauguró en el año 1925 y es de estilo neomedieval, tan en boga en la época. Consta de una sola nave cubierta por cuatro bóvedas de crucería con clave ornamentada y finaliza en un ábside. Al exterior está reforzada con contrafuertes. El imafronte tiene una sola torre y está flanqueada por dos alas adornadas con pináculos que le dan al conjunto gran verticalidad y ligereza. Las 23 vidrieras que cubren los muros de la capilla están elaboradas según el diseño de Jesús Soria, un artista asturiano residente en Ourense. La decoración arquitectónica y vegetal que las adorna enmarca imágenes de santos y escenas de la vida de Cristo y María, y cada una de ellas se finaliza con escudos familiares.
En el interior, tres sepulcros que albergan los restos de la marquesa, de su marido Isidoro Temes y de su tía Dolores Santamarina, viuda de Varela, que es obra del escultor cambadés Francisco Asorey. Realizado en mármol, representa el momento de la muerte y destaca por el gran realismo del rostro de la señora vestida con hábito franciscano. En el relieve, que representa a Cristo crucificado, aparecen también imágenes de mendigos que hacen notar la preocupación por las obras de caridad de la difunta.
En la actualidad, el conjunto sigue siendo propiedad de la Fundación creada por la marquesa.
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En el año 1137 un grupo de monjes atraídos por la vida eremítica de comunión con Dios, llegó a las oquedades de la sierra Martiñá. La pequeña comunidad ascética se convierte en el primer monasterio en incorporarse en Galicia a la orden del Císter de Claraval en 1141.
Oseira en los siglos XII y XIII vive su momento de mayor esplendor gracias a las numerosas donaciones de reyes y nobles. A través de sus prioratos y granjas el monasterio se transforma en un foco colonizador importante. La situación estratégica de sus posesiones permite el autoabastecimiento y el crecimiento de la comunidad y hace necesaria la construcción de un ambicioso conjunto monástico que se inicia con la edificación del templo, consagrado en el año 1239.
Grandiosa en su sobriedad, la iglesia muestra la sencillez decorativa y el amor por la simplicidad y la austeridad del Císter. Las lineas limpias, la decoración vegetal contenida, la luz que entra por las naves laterales, animan al recogimiento y a la oración. Comenzada en el año 1185, tiene planta de cruz latina con tres naves cubiertas por bóvedas de cañón apuntadas. Sobre el crucero, una cúpula nervada y, en la cabecera, un deambulatorio que rodea el presbiterio enmarcado por columnas que acogen una hermosa imagen de la Virgen de la Leche en piedra policromada del siglo XIII. La iglesia conserva buena parte de los retablos barrocos, fruto del empeño decorativo del siglo XVIII y, a los pies del templo, una bóveda plana que sostiene el coro alto.
Oseira empieza a perder influencia en los primeros años del siglo XVI y en el año 1545 entra en la Congregación de Castilla. Poco después está a punto de desaparecer cuando prácticamente es destruida por el gran incendio de 1552. Las obras de reconstrucción llevadas a cabo entre los siglos XVI y XVIII serán las que le den a Oseira el aspecto que ahora conocemos. La fachada del monasterio, los tres claustros y las diferentes dependencias para la comunidad, como el refectorio, se proyectaron en ese momento. Abandonada en el siglo XIX con la desamortización, los monjes regresan en el año 1929 y con ellos el conjunto ha ido recobrando el brillo de otros tiempos. Su trabajo de restauración mereció el premio Europa Nostra en 1990.
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Santiago Sáez Pastor decidiu construír na década de 1830 o Teatro Principal, na rúa da Paz, antiga rúa dos Zapateiros. Ao parecer, foi unha especie de vinganza porque venderon o palco que el tiña reservado, nun día de función, no vello teatro.
Levantou o novo no lugar onde tiña a súa vivenda e o seu negocio, un banco. O edificio foi un pequeno teatro “á italiana”, é dicir, cun patio de butacas e palco na planta baixa, tres pisos de palcos e escenario. O teito con decoración vexetal e xeométrica. A parte que daba á rúa tiña planta baixa, que era o vestíbulo do teatro, e catro alturas que se destinaban a vivendas.
Foi, durante bastantes anos, o único teatro público da cidade e o lugar de ocio máis selecto. Era o centro da vida social e cultural e nel houbo concertos, zarzuelas, obras teatrais, bailes, mitins,…O poeta Zorrilla leu os seus versos no Principal, Concepción Arenal e Emilia Pardo Bazán participaron nun concurso literario e personaxes
como Calvo Sotelo ou Gil Robles organizaron nel importantes actos políticos.
No 1912 o cine chega a Ourense e o Teatro Principal, tres anos despois, proxecta a súa primeira película, Viva el Rey, nunha sala remodelada e adaptada ás novas necesidades. Na transición pechouse e estivo a piques de desaparecer. “Trátase de salvar o Principal” foi a consigna dun grupo encabezado por artistas, profesores, arquitectos e xente da vida pública ourensá, que logrou que a remodelación comezara a principios dos anos 80. O Teatro Principal reinaugurouse en 1992.
- Rúa Paz n°9 – 32005 – Ourense www.teatroprincipalourense.com
Los restos de dos necrópolis megalíticas de por lo menos 4.500 años avalan la existencia de un asentamiento prerromano donde ahora se levanta el castillo de Castro Caldelas. Con posterioridad, el lugar se convierte en un núcleo económico importante cuando se establece allí el campamento romano encargado de la custodia de la vía de Astorga a Braga que conectaba con la de Chaves a Lugo.
Afonso IX concede las tierras de Caldelas a Pedro Fernández de Castro, señor de Lemos y Sarria, quien entre los años 1336 y 1343 construye la torre del Homenaje y las murallas de la villa. En el año 1467, en la Revuelta Irmandiña, el castillo fue parcialmente derribado por los sublevados y Pedro Álvarez Osorio I, conde de Lemos, como castigo, obligó al pueblo rebelde a repararlo. La reconstrucción, que finalizó en el año 1560, alteró el carácter defensivo del edificio y le confirió un aspecto palaciego.
Asentada en la cumbre de la cuíña, la fortaleza muestra planta poligonal con una doble muralla de gran grosor. La parte más antigua del conjunto, además de la más famosa, es la torre del Reloj, instrumento que preserva aún la maquinaria original del siglo XIX. Es una de las tres atalayas que se yerguen en la muralla exterior del castillo y fue destruida parcialmente durante la Revuelta Irmandiña.
En el recinto interior la más antigua de las dos torres cuadrangulares es la torre del Homenaje que defiende la puerta principal y presenta tres pisos con varias estancias y una terraza. Este espacio adquiere, con la reforma del siglo XVI, un carácter residencial al conectar las dos torres con un cuerpo en que se abrieron ventanas con parladoiros, un salón y un corredor. A través de una entrada en la cara norte se ingresa en el patio de armas, en el corazón del castillo, que conserva el horno, el aljibe y una escalera que sube al paseo de ronda de la muralla interior.
No año 1794 el condado pasa a la casa de Alba y, durante la guerra de la Independencia, en 1809, la estructura se incendia y se pierden en el siniestro todos los documentos históricos que allí se guardaban. La finales del siglo XX, los Alba ceden el castillo al Ayuntamiento, que decide convertirlo en un centro cultural para el servicio de toda la comarca.